sábado, 9 de enero de 2010

Seres humanos todos...


Hace unos días ofrecía a un ser muy querido por mí un marcapáginas "solidario" a un precio de 2 €. Lo ha elaborado una amiga para colaborar con una organización afincada en Bolivia que ayuda a las personas más marginales. Doy Fé de ello ya que mi amiga, cada dos años, acude a Bolivia utilizando su mes de vacaciones para echar una mano en tan noble y humana misión.


El tema es que este ser querido se ha referido a los bolivianos sujetos de la ayuda de una forma despectiva y me ha insinuado que el no colabora con "esa" gente. Ante mi asombro no insistí, me dí media vuelta y me fuí, pero me quedé pensando.


¿Qué esta pasando en nuestra sociedad?


Me hago esta pregunta una y otra vez ante diversos y muy variados episodios, experiencias, respuestas, acciones, etc. Con el tema del marcapáginas también.


Me duele sentir el embrutecimiento de mis contemporáneos, veo odio, siento desprecio, respiro el egoismo que transita en el ambiente, no hay amor al prójimo, ni fraternidad, ni veo comprensión en algunas de las personas con las que algún minuto de mi vida comparto o he compartido. En otras sí, gracias a Dios.


Acaba de terminar la celebración de la Navidad con el día de la Epifanía y ni siquiera nos apiadamos de los que por circunstancias diversas pasan hambre, tienen sed, caminan faltos de un techo bajo el que descansar, a penas saben leer y escribir por falta de educación, gente que camina sin rumbo, desamparada, perdida en la más misera pobreza.


Y frente a este drama nosotros nos reímos, nos burlamos de los que no están sentados en un cómodo sofá en el domicilio familiar junto a un radiador y con el estómago pesado y ardoroso por la exagerada cantidad de comida ingestada en lo que llevamos de día, días, semanas, meses, años... Y nos seguimos riendo de las desgracias ajenas sin pararnos a pensar en que ellos son nosotros. Ningún humano elige donde nacer, en qué familia ni en que país. No elegimos vivir en el primer, segundo, tercer o cuarto mundo. Simplemente nacemos, y las circunstancias, el contexto, nuestros padres, nuesra familia, etc., nos viene dado.


Por ponerme a mí mismo como ejemplo, he tenido la tremenda suerte de nacer en el seno de una familia que me ha procurado protección, cobijo, alimento, vestimenta, una educación y unos valores que muchos no han tenido. He tenido la tremenda suerte de nacer en un país en Paz -hoy al menos- donde existen posibilidades de crecimiento personal en función de los méritos y el esfuerzo de cada uno, donde en mayor o menor medida reina el Estado del bienestar, etc. Otros no.


Querido ser querido, estos chicos bolivianos de los que te cachondeabas el otro día no han tenido la suerte que tú y yo hemos tenido. Han nacido en la más absoluta de las miserias, desprotegidos si no abandonados, en entornos extremadamente adversos donde siquiera tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca, donde la droga es su vehículo de evasión a tan miserable vida, y por eso caen en ella, donde no entienden de guarderías, colegios e institutos, etc. Estos chavales han tenido esa desgracia, pero hay algo que nos hace iguales a ellos, que somos iguales como seres humanos, solo que ellos han nacido en esas circunstancias y nosotros en otras: ¿es para reirse?

Una vez me dijo mi madre que no estaría mal que al menos un tiempo en nuestras vidas fueramos nosotros los que pasaramos hambre y los que pasan hambre todos los días fueran los que comieran sin problemas...seguro que cambiaría nuestra visión de las cosas.


Algo pasa en esta sociedad nuestra donde hay gente que se ríe de las desgracias ajenas. Ya lo dijo Jesús el Cristo, "ama al prójimo como a tí mismo" ¡Cuánto amor falta!


Pues eso, al final, seres humanos todos.

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