lunes, 10 de enero de 2011

A punto de llover

Allí, en lo alto de la ladera quedó postrado, ante el imponente acantilado de más de doscientos metros de altura, y mientras el aire acariciaba su cuerpo y golpeaba con saña su rostro, levanto los brazos con la palma de las manos hacia arriba, poco a poco, hasta que en forma de Cruz quedó pensativo, con los ojos cerrados, dejando caer la cabeza hacia atrás despacio, suave, aprisionando parte de su cabello contra el cuello, volando el resto… y comenzó a llover.

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