martes, 26 de noviembre de 2013

"Tomás Moro, una utopía"

El sábado estuve viendo Tomás Moro, una utopía en el Teatro Fernando Fernán Gómez de Madrid. Tengo que reconocer que cada vez que vuelvo a mi tierra disfruto como un enano, nada tiene que envidiar a cualquier gran ciudad europea.

La autoría de Tomás Moro, una utopía se atribuye nada más y nada menos que a William Shakespeare y a otros cuatro autores contemporáneos suyo: Anthony Munday, Henry Chettle, Thomas Dekker y Thomas Heywood. En una extraordinaria adaptación realizada por Ignacio García May, y sabiamente dirigida por Tamzin Townsend, con una puesta en escena de una sencillez y una intensidad sublimes, la obra nos relata distintos episodios de la vida del insigne y admirado Tomás Moro. Santo.

Sí, porque el bueno de Tomás Moro (jurista, filósofo, político y sabio consejero) murió decapitado por ser coherente con sus creencias religiosas –católico, apostólico y romano- y fidelidad al sucesor de Pedro. Un mártir más que fue canonizado justo cuatro siglos después de su muerte, por el Papa Pio XI.

A lo largo de la obra se ponen de relieve, en la persona de Moro, importantes valores que lamentablemente han desaparecido de la escena pública de nuestros días: coherencia, justicia, honradez, caridad, generosidad, profesionalidad en el trabajo y, en definitiva, amor a Dios. A su vez, los personajes que representan a “el pueblo”, ponen de manifiesto su admiración y respeto hacia la figura de Sir Tomás Moro, precisamente por los valores que encarna. Si tienen oportunidad vayan a verla, aunque tendrá que ser en otra ciudad, o en otra ocasión.

Antes de la obra tuvo lugar una conferencia titulada “Humanismo y sociedad”. Eché en falta que se hablara de Dios y del humanismo cristiano, pues no es otro sino éste el que ha impregnado durante siglos toda la cultura y civilización europea (junto al derecho romano y la cultura griega), máxime cuando a continuación se representaba una obra sobre la vida de Santo Tomás Moro. Es curioso, pero a menor presencia de Dios en la sociedad, menor humanismo cristiano y, lógicamente, menor humanismo. O me da a mí esa impresión.

Después de la obra tuvo lugar un coloquio entre el público, los actores y la directora de la obra. Una joven espectadora comentó que era una lástima no ver hoy en día más personajes públicos con los valores que tenía Moro. Contestó José Luís Patiño -el actor que encarna a Moro en un papel brillante-, señalando que nuestros políticos, banqueros y demás personajes públicos son un reflejo de la sociedad y que, quizás, debamos empezar a mirarnos a nosotros mismos para ver el grado de coherencia y honradez con que vivimos nuestras vidas. Estoy de acuerdo con Patiño.

Termina la representación teatral con una frase que encontramos en las últimas páginas del Libro I de “Utopía”, la obra más conocida de Sir Tomás Moro (de obligada lectura en los centros educativos de otros tiempos, por cierto):

“Pues no puede andar todo bien si no son todos buenos, lo que no espero hasta dentro de unos años todavía”.


El Santo Tomás Moro resulta ser el patrono de políticos y gobernantes. Pues eso.


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