sábado, 23 de noviembre de 2013

Ser fiel a Cristo

Hoy hemos clausurado en Albacete el Año de la Fe, convocado hace un año por el entonces Papa Benedicto XVI. 

Para quién es titular de este blog ha sido un año muy importante en el crecimiento y maduración de la fe católica, apostólica y romana. Una fe heredada de mis mayores y en la que he encontrado respuestas a numerosos interrogantes aunque, bien es cierto, se han producido otros muchos. La fe es un camino y cuando Jesucristo sale a tu encuentro tienes dos opciones, permanecer con el corazón de piedra o ponerte a caminar rumbo a la verdad y la vida. En mi caso opté por esto último y me puse manos a la obra, sabedor de lo pequeño e insignificante que es uno, de lo débiles que somos, ¡he ahí el reto!

Durante este año se nos pedía varias cosas. Que no tuviéramos miedo –ya lo dijo SS Juan Pablo II-, que anunciáramos con amor, alegría y esperanza la palabra de Dios, lo que se ha llamado la Nueva Evangelización, que hiciéramos cada uno examen de nuestro propio camino recorrido, de nuestra propia historia de fe, que nos convirtiéramos en cristianos más fieles y coherentes, y todo ello en comunión con la Santa Madre Iglesia y Cristo a su cabeza.

Hace poco leía que “ser cristiano te complica la vida”, y es cierto. Pero lo hace maravillosamente pues maravilloso es el encuentro con Jesús: en el Sagrario, en la Eucaristía, en la Confesión, en la Oración. Pero es cierto que te la complica; fueron perseguidos los primeros cristianos, ¿cómo murió Jesús?, y continúan siendo perseguidos ahora, y no hace falta irse muy lejos… ¡No hay miedo!

El pasado 23 de febrero celebré algo que tenía pendiente como cristiano, el sacramento de la Confirmación. Así recibí el don del Espíritu Santo. Yo no sé cual fue el motivo del resto de compañeros, pero yo sí sé cual fue el mío. Después de una serie de experiencias personales, reflexiones y de encuentro con Dios decidí que había llegado el momento de confirmar la Fe que me había sido entregada por mis mayores: ¡qué maravilla! Viví aquél día muy emotivamente y máxime cuando estuve acompañado por más familia de la que hubiera podido imaginar -¡gracias!- y con la mano al hombro de mi madrina, María Jesús, con quien tantas horas he compartido hablando de lo divino y de lo humano, recorriendo el camino de la fe.

Este ha sido un año importante, es cierto, mucho. El encuentro con el Señor marca, al menos a mí me ha marcado, y me pide coherencia. Quizás de lo que más adolezcamos los católicos es de la falta de coherencia entre la fe que decimos profesar, el Cristo en el que decimos creer, y la vida que llevamos. Ese es uno de los compromisos que he hecho al terminar el Año de la Fe, ser coherente, ser fiel a Cristo. ¿Cuál ha sido el tuyo?

Una fe en la que los creyentes caminamos cada día,
¡firmes en la fe!

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