sábado, 2 de noviembre de 2013

De Santos y Difuntos

Mientras ayer celebrábamos el día de Todos los Santos, hoy lo hacemos de los Fieles Difuntos. Y de eso, de Santos y Difuntos quiero hablar hoy.

Esta noche, la que va del 1 al 2 de noviembre, la que va del Cielo al Purgatorio, en casa de nuestros Abuelos, de nuestros Mayores, han vuelto a lucir la luz de las velas. Y donde desgraciadamente ya no lucen, han de saber los más jóvenes que antes lucían. Se ponen velas por nuestros muertos. Y se ora. Y se reza. Y se pide por ellos, por tus y por mis muertos. Igual que ayer se llevaron millones de flores a los lugares donde “descansan” sus restos. 

Una puntualización, para el que piense que “nadie ha vencido a la muerte” comprendo que nada de lo que yo aquí pueda decir tenga sentido, y lo comprendo con todo mi respeto para sus creencias y pensamientos, aunque lógicamente no los comparta. Seguimos.

En el día de Todos los Santos celebramos a todas aquellas personas que han llegado al Cielo, conocidas o no, y por ello son Santas. Algunas han sido canonizadas, propuestas por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana, otras no. Son Santos, y al estar íntimamente unidos con Cristo, en comunión con Él, les pedimos que intercedan por nosotros ante el Padre.

Es una tradición que viene de lejos, de muy lejos. Hay que viajar al año 156 d.C., casi nada. La comunidad de Esmirna escribió una carta a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su obispo Policarpo. De esa carta, que habla de Policarpo y de los mártires en general, se puede deducir que la comunidad cristiana los veneraba, y que honraban su memoria el día del martirio con la celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires. La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todas ellas en Roma. De esa adoración y veneración por los Santos, por los mártires que en el tiempo han sido y son, llegamos hasta hoy, una historia fascinante.

¿Y con los que no han llegado al cielo? Pues hoy celebramos su día, el de los Fieles Difuntos, una fiesta que responde también a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma. 

La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación; y para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14). 

La práctica de orar por los difuntos es antiquísima. El libro segundo de los Macabeos, en el Antiguo Testamento, dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos. 

Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas y oraciones por su eterno descanso". 

Y por ello rezamos y oramos millones de personas en el mundo, por el eterno descanso de nuestros Santos y Difuntos. 

Buen fin de semana a TODOS. 

Iglesia Triunfante
Iglesia Purgante
Iglesia Militante

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