viernes, 8 de abril de 2011

Ana Karenina, de Tolstói


Después de leer Ana Karenina tengo que confesarles que hubiera dado lo que fuera por haber podido tomar un café con El Viejo León, pegarle fuego a mi pipa y parlar durante horas sobre lo divino y lo terrenal, lo misterioso de la existencia humana, sobre el bien y el mal, el papel de la literatura y del escritor, la función del arte, el estilo, la decadencia moral y espiritual de Occidente, etc. En cierta manera lo he hecho con la lectura previa de El viejo León. Tolstoi, un retrato literario, de Mauricio Wiesenthal en la editorial Edhasa.

Ana Karenina es una NOVELA con palabras mayúsculas. Un mundo en sí mismo donde narrador y personajes se encargan de crear una atmósfera capaz de transportarte a la alta sociedad rusa de finales del s. XIX, con sus miserias y sus virtudes. Tolstoi supo plasmar en su novela la preocupación que sentía por la pérdida de valores en la sociedad rusa y europea. De valores y de fe, no ya en Dios, sino en el propio hombre.

La octava y última parte es, a mi juicio, la más brillante de toda la novela, donde Tolstoi, sabiendo que concluye la historia –después de más mil páginas en la edición que he utilizado-, nos ofrece lo mejor de sí mismo.

Corran a leerla si aún no lo han hecho.

1 comentario:

Mora Fandos dijo...

El desenlace de Ana me pareció un texto donde cada palabra estaba medida "al milímetro", generando una lectura profunda a través de los objetos mencionados, que se convierten en símbolos. También la de la carrera de caballos de Vronski. La historia de Liovin y Kitty me conmovió. Con todo, creo que, como a Guerra y paz, le sobran unas cuantas páginas, las que Tolstoi dedica a explicar sus teorías diversas.