jueves, 17 de enero de 2013

Desde la cima de la colina


No se sabe muy bien como, pero el caso es que subió la escalera y llegó al último piso, donde la biblioteca ocupaba toda la planta. Miles de libros abarrotaban las estanterías que escoltaban las paredes. En el escritorio se encontraba su padre, entre papeles, seguramente preparando un juicio, o leyendo un periódico, quizás escribiendo.

El pequeño aún no andaba con soltura. Al verlo, su padre se levantó y fue hacia él, lo cogió entre sus brazos y lo beso, primero en la mejilla y después en la frente. Era su primogénito y lo quería con locura, fruto del amor de su matrimonio. Esperaban el segundo.

Volvió al escritorio el padre, y el hijo, sobre la alfombra, avanzaba gateando hacia una de las estanterías. Cogió un libro entre las manos, Desde la cima de la colina llevaba por título.


El padre, de repente, al verlo con ese ejemplar jugueteando, pego un blinco sobresaltado y rápidamente fue hacia él. Cogió el libro y lo dejó sobre la mesa situada junto al viejo sillón, donde tantas horas pasaba leyendo. Se sentó, y a su hijo sobre las piernas. Cogió el libro, lo abrió por la primera página y leyó la dedicatoria que le escribió su padre. Emocionado, y a sabiendas de que el pequeño aún no entendía –o puede que sí-, concluyo: “algún día leerás el libro de tu bisabuelo Salvador”.


Obra póstuma del abuelo Salvador

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