sábado, 19 de enero de 2013

Cayó


-     ¿Ya señor?-, preguntó Paola al verle salir del despacho.
-    Sí Paola, yo ya he cumplido con mi deber, ahora es el turno de otros. Quisiera que mandaras una copia de este informe a la Fiscalía General del Estado, a la Presidencia del Gobierno, al Jefe de la oposición y a los líderes de todos los grupos políticos presentes en el Parlamento. Otra copia al Jefe del Estado y otra a cada una de las redacciones de los principales medios de comunicación nacionales. Nosotros lo publicamos mañana en un suplemento especial. El Sistema ha terminado.
-      Muy bien señor, como usted quiera.

Paola era la secretaria personal de IM, director del periódico Revelación. IM tenía una larga carrera profesional como periodista, también como abogado. Había decidido fundar Revelación para garantizar su independencia respecto al poder financiero y político. Hasta la fecha lo había conseguido, por eso era un personaje temido, por ello necesitaba llevar escolta.

Durante los tres días que IM estuvo encerrado en su despacho, a ratos cerraba los ojos dando una cabezadita en el viejo sofá, Paola solo le interrumpió para llevar el café, el almuerzo y la cena.

Frente a la máquina de escribir, IM estuvo redactando el documento que haría estallar el Sistema por los aires. Empezó a escribir no sin antes cargar su pipa. Y fumó sin parar. En el informe demostraba la corrupción existente en las altas instancias del país, desde la Jefatura del Estado, hasta la Justicia, pasando por el partido de Gobierno, los de la oposición, el sistema financiero, los órganos controladores tales como el Tribunal de Cuentas o el Banco Central, etc. Así, de uno en uno, establecía las conexiones, los dimes y diretes de un Sistema corrupto desde sus orígenes y que había cometido el tremendo error de abusar del pueblo, de su confianza, de su sentido común y de su inteligencia. Habían faltado gravemente el respeto a la ciudadanía, y cuando el poder público viola las normas más básicas de la ética y la moral de esa manera, debe atenerse a las consecuencias.

Efectivamente, IM, uno de los periodistas más prestigiosos e incorruptibles de la faz de la tierra, había cumplido con su obligación, profesional y moral. Nunca se hizo rico, pero tampoco aceptó sobornos y siempre durmió tranquilo, ante Dios y ante su conciencia. A partir de ese momento sabía que debería reforzar su protección, en un puñado de páginas había desmantelado el Sistema y sabía que se lo harían pagar.

IM murió a los tres días, alguien puso una bomba bajo su coche. Acabaron con su vida, pero el Sistema cayó.


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