miércoles, 4 de agosto de 2010

"La última cima"


Pablo Domínguez es un sacerdote que ya no está aquí físicamente entre nosotros. Murió en la montaña a principio del año pasado después de alcanzar su última cima, la del Moncayo, y ahora está con Dios.

Hace un rato he salido del cine de ver “La última cima”, un bello y enternecedor documental a cerca de su vida, la de una persona buena, honrada, humilde, sencilla, entregada a los demás, sonriente, divertida, positiva, enamorada de Dios, fiel y leal a Jesús el Cristo y devoto de la Virgen María.

En estos tiempos convulsos que corren es importante documentales como éste donde se dignifica y se muestra el auténtico sentido, la verdadera vocación, de los hombres que hacen de la Iglesia Católica una institución digna y honrosa para el ser humano, que hacen de la Iglesia Católica la casa de Dios.

He ido a ver “La última cima” por recomendación de un amigo cuya sugerencia le acabo de agradecer. Mientras estaba en la sala he vivido todo tipo de sensaciones y sentimientos, he notado la llamada de Dios, su toque de atención, y en estos mismos momentos solo le pido que me siga mostrando el camino que he de recorrer.

“La última cima” nos habla de cómo hemos abandonado los mandamientos de las Sagradas Escrituras por otros que parecen predominar en la sociedad que nos ha tocado vivir: el de “tú a lo tuyo”, “aparenta lo que no eres”, “compra, compra y compra… cuantas más cosas y más caras mejor” y “a vivir la vida que son dos días”. Frente a ello el ejemplo en vida de Pablo Domínguez, y pienso en él cuando escribo: “yo para los demás”, “se sencillo, humilde, compasivo, caritativo”, “comparte y reparte cuanto más mejor” y “vive cada instante de la vida con amor de Dios y dedicación al prójimo más que a ti mismo”.

He salido de la sala con una sonrisa en el rostro y pensando que, con la gracia de Dios, otro mundo es posible. Ahora les propongo que vayan a ver “La última cima”… y que luego me cuenten.


Una luz se ha hecho en la sala,

en la sala a oscuras yo me encontraba,

y una mano invisible me ha abrazado,

con esperanza y fraternidad divinas.

Pablo representa la imagen de los sacerdotes,

hombres entregados a la tarea de Dios,

entregados a los demás con infinito amor,

esperando subir a la Última cima,

junto a Dios.

2 comentarios:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Amigo Juan Pablo, yo fui a verla y le dediqué una entrada en mi blog. Coincido con tus apreciaciones. Y no deja de sorprenderme su éxito, en Cádiz sigue en cartel, y con tres sesiones diarias.
Un abrazo.

Juan Pablo L. Torrillas dijo...

Muchas gracias por tu comentario estimado José Miguel.

Su éxito quizás sea la consecuencia de esa necedidad de líderes que, como Pablo, demanda esta sociedad, que no es que sea mala sino que anda -a mi juicio- un tanto distraida, ciega, sorda, entretenida...

Un abrazo,
JPLT