jueves, 16 de mayo de 2013

Madre de mi Madre: ¡felicidades!

La vida me ha regalado el gozo de poder disfrutar de todos mis abuelos, es por ello que me siento enormemente afortunado, agradecido, en deuda con Él. 

Mis abuelos paternos, Venancia y Salvador, me acompañan espiritualmente en cada uno de mis días; el recuerdo de los momentos junto a ellos compartidos es tan fresco y vivo que a veces me da la sensación de que no ha pasado el tiempo; cada uno a su manera –cada ser es único e irrepetible-, siempre me mostraron un profundo amor y cariño, fueron para mí un ejemplo a seguir en multitud de las facetas que caracterizan la vida de un hombre y siempre les estaré enormemente agradecido. 


Hoy es un día más grande y hermoso todavía que el resto, pues mi Abuela materna, Dolores, la Lola de El Toboso, cumple nada más y nada menos que 88 primaveras, ¡ahí es ná! La acabo de felicitar por teléfono y me he permitido el lujo de hacer un alto en la faena para escribir estas líneas. Lola también es para mí ejemplo en muchas cosas, pues como Esposa, Madre, Abuela, Cristiana y Vecina siempre ha estado a la altura de las circunstancias, con sencillez y humildad, pero también con mucha entrega, sacrificio y esfuerzo. Ahora, a Dios gracias, disfruta de una vejez en paz y armonía junto a su esposo, Pedro, al que permanece fiel y leal desde hace más de 65 años (tomemos nota, si nos atrevemos, claro). 


Recuerdo con mucho cariño la entrevista que la hice hace unos pocos años. Estuvimos hablando de lo humano y de lo divino durante varias horas, siempre con su vida y obra como centro de la conversación, hasta que me dijo “estoy un poco cansada”, y entonces descansamos. Hacer un recorrido por su vida es, en buena manera, hacerlo por la más reciente historia de España. Lejos quedan ahora los tiempos de su primera infancia y juventud, ¡y han cambiado tanto las cosas! 

Son tantos los momentos entrañables que he vivido a su vera, y que espero seguir viviendo, Dm., que podría escribir perfectamente varias novelas. 

Recuerdo aquella tarde en la que dormía la siesta tumbada en el sofá. La arropé con su manta y comenzaron los suspiros. Me pareció tan bello y tierno el momento que fruto del mismo escribí una colaboración que se publicó en el dominical de ABC. Lola dormía, y yo contemplaba sus hermosos dedos deformados por la artrosis y tantos lavados a mano, y su piel bellamente arrugada por el paso del tiempo, naturalmente, y pensaba. 

De los recuerdos recientes, los vividos el 17 de febrero de este año. Ese día recibió el Sacramento de la Confirmación quien esto escribe. Fue un día muy especial para mí y, como no, Lola no quiso perdérselo. Ella, que no ha faltado a la oración ni un solo día, que tanto ha rezado por cada uno de nosotros, que tan devota es de la Virgen María, quiso poner con su presencia el broche de oro a aquél día. Gracias siempre, Abuela. 

Pero es que Lola es Madre de mi Madre, my grandmother, y por eso estoy yo aquí, vivito y coleando. Y por eso siempre tendré para las dos una infinita gratitud, bueno, para las tres. El día de la Madre, que para mí lo son todos, siempre he felicitado a tres Mujeres, con mayúscula, mis dos Abuelas y mi Madre. Mi abuela Lola tuvo muchos hijos, sobrevivieron cuatro, y llegaron a este mundo sin que las estrecheces y penurias típicas del momento supusieran un impedimento para esa maravilla que es dar Vida. Venían al mundo, sin más, y yo estoy aquí dándole a la tecla. Ya ven, pasado, presente y futuro. 

Querida Abuela, gracias infinitas, gracias por estar siempre ahí, pendiente de mí, de mi trabajo y estudios, gracias por tus rezos, oraciones, consuelo y consejos, son tantas las gracias… y como ya te he dicho por teléfono, muchísimas felicidades en el día de tu 88 Cumpleaños, con mayúscula, que cumplas muchos más y yo te felicite. Sí Abuela, sí, si Dios quiere. Conforme.


Lola y Pedro en el bautizo de su cuarto bisnieto,
mi sobrino David (24.11.2012).

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