
El padre Manuel Hernández, carmelita, ha sido testigo del éxodo sufrido por más de un millón y medio de católicos iraquíes que han tenido que partir a otros lugares del planeta para salvaguardar su integridad física y moral. Vecinos católicos le cuentan a diario cómo reciben cartas con proyectiles para forzar la conversión al Islam de sus hijas. En Pakistán –el país de los “puros”-, un niño católico –“impuro”- no puede jugar con un niño musulmán porque lo contaminaría. El cuerpo del padre Iván Grgic apareció en Banja Luka –Bosnia y Herzegovina- con más de sesenta balazos. El padre Philip y la hermana Cecilia se encontraban en el interior de su iglesia cuando un camión cargado hasta los topes de dinamita irrumpió en el templo y lo convirtió todo en cenizas, sus cuerpos también. En las recientes inundaciones de Pakistán, los organismos gubernamentales encargados de salvar y socorrer a los damnificados, marginaban a los católicos que no aceptaran la conversión al Islam. Damasco, Siria, un sacerdote recibe a diario la visita de un joven angustiado porque sus padres, amigos y vecinos le tienen amenazado de muerte por haberse convertido al catolicismo. China respeta a los católicos, claro que sí, pero a los que pertenecen a
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