Cuando el ministro
Gallardón vea la entrada en vigor de su ley de reforma del aborto habrán pasado
más de tres años desde que el PP de Mariano Rajoy llegara al poder con la
mayoría absoluta más rotunda de toda la democracia y la mayor paliza electoral
sufrida por un partido socialista tan moderno como Rubalcaba.
Durante este
valiosísimo tiempo, cientos de vidas han sido abortadas debido en gran parte a
las reformas legislativas del inolvidable Zapatero. Hay que tener en cuenta que
los políticos son capaces de actuar con la rapidez de un caracol o con la
lentitud de un guepardo, según sus intereses.
Lo siento, no voy a
entrar a rebatir los argumentos de una buena parte de la izquierda más rancia
porque me parece que es perder el tiempo. No tengo nada que decir frente a unos
“pechos sagrados” interrumpiendo una sesión del Congreso de los Diputados
mientras reclaman para sí su “derecho” a dar muerte a una vida en el seno
materno.
Es hora de ser
progres de verdad. Que una mujer embarazada no se vea obligada a contemplar el
aborto como la única salida a una situación difícil, por complicada que sea.
Que el apoyo o los medios que le falten en su entorno los encuentre en los
poderes públicos. Proteger socialmente a la mujer y la vida que lleva dentro es
lo que se me antoja verdaderamente progresista. Nunca la muerte puede ser una
solución. Ya se ofreció la Madre Teresa de Calcuta, y se ofrecen hoy sus
hermanas: “no los matéis, dádmelos a mí”.
La Madre Teresa o Mahatma Gandhi fueron autoridades morales
incuestionables. Entre otros motivos, porque supieron hacer de sus vidas el
lógico equilibrio de la coherencia entre lo que se piensa, se dice y cómo se
actúa. “Me parece claro como la luz del día que el aborto es un crimen”,
escribía al respecto el líder indio. Algunos mueren cada día antes de que
llegue el alba.
Siempre tuvo a los más pequeños entre sus prioridades.
* Publicado en La Tribuna de Albacete el 28.12.2013
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