martes, 19 de marzo de 2013

Padre, sin miedo, a la orilla del mar.


Relato a la orilla del mar

Paseaba descalzo en contacto con el agua salada del mar. Había acudido a la isla de la que tanto le habló hace ya muchos años. Con el devenir de los días, y las dichosas circunstancias, sin las que ninguno de nosotros seríamos nosotros mismos, perdió su rastro. Acudir a su isla era una forma de encontrarse con ella, de pasear por donde caminaron sus pies, de contemplar los paisajes que disfrutaron sus ojos. A lo lejos vio a un grupo de mujeres jóvenes haciendo pic-nic, pensó entonces en los buenos ratos que habría pasado en esa misma playa, soñando junto a sus amigas. Y se miró al ombligo, reconociendo lo torpe y lo grandioso que puede llegar a ser el hombre al mismo tiempo. Fue entonces cuando una gaviota levantó el vuelo, y recordó el día en que alcanzó a perdonarse.

Paseo a orillas del mar, Sorolla. 


“No tengáis miedo” (Juan Pablo II)

Y entonces leyó: - Un verdadero cristiano es completamente libre. “Ha comprendido que tiene que ser un escándalo para este mundo –destaca el filósofo Hildebrand-… Debe aceptar alegremente ser tomado por loco, ridículo y retrasado mental”. (Libertad vivida con la fuerza de la fe, Jutta Burggraf).

Juan Pablo II besa la Cruz


San José

Día del Padre y patrono de la Santa Madre Iglesia. Fue de puerta en puerta, fatigado, junto a su mujer María, la madre del Niño. Fueron tantas las puertas cerradas. Eran pobres, no tenían nada y lo tenían Todo. Al final fueron padres en un pesebre sucio y maloliente. Fue un nacer mucho más duro que todo su trabajo en el taller, y mucho más emocionante.

San José obrero


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