martes, 19 de febrero de 2013

Con total naturalidad


Hoy voy a escribir sobre mí.

La noticia de mi Confirmación se ha recibido de múltiples formas por familia, amigos y conocidos: alegría, emoción, sorpresa, incredulidad…

“Queridos primos, quería anunciaros personalmente que el próximo domingo, Dios mediante, recibiré en la Iglesia-Catedral de San Juan (Albacete) el Sacramento del Espíritu Santo, es decir, mi Confirmación. Me produce una gran alegría y me llena de emoción y esperanza el haber llegado hasta aquí en mi peregrinar cristiano, no exento de dificultades y peleas, y es por ello que quería compartir la noticia con vosotros. El haber entendido que la Iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra –en comunión con Él-, el haberme liberado de ciertos prejuicios, el haber profundizado en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, todo ello no ha hecho sino reforzar mi Fe. Dios es amor, y nos lo mostró con la vida, pasión, muerte y resurrección de su Hijo; el haber sentido el amor de Cristo en la oración es una de las vivencias más hermosas que me han pasado, y en ello estoy seguro que mucho tiene que ver tanto el Espíritu Santo como la Fe de mis mayores (mañana tendré especialmente presente a los Abuelos). Un fuerte abrazo con todo mi cariño, Juan Pablo”. Y de esta forma anunciaba a mis primos hermanos la noticia de mi confirmación, y agradecido quedé por sus muestras de alegría y amor. Incluso mi primo “el ateo” me dio su bendición, o sea, su enhorabuena: gracias primo.

Recibir el sacramento de la Confirmación (uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana) a la edad en la que oficialmente murió Jesucristo no está de moda -¡hay tantas cosas que no están de moda!-, pero uno luego a luego va aprendiendo a ser libre, a vivir su vida, sus creencias y a hacer cosas que no están de moda, pero vamos, con total naturalidad.

Y con plena libertad veintiséis personas nos confirmamos el domingo 17 en las renuncias, juramentos y promesas que hicieran nuestros padres y padrinos con motivo de nuestro Bautismo, el primero de los sacramentos de iniciación en nuestra vida cristiana.

Con la Confirmación se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo. Pero todo ello implica un compromiso del cristiano, no vale aquí tirar el guante y esconder la mano. ¡Y tenemos tanto miedo al compromiso! Los mismos apóstoles tuvieron miedo, hasta que el día de Pentecostés bajó el Espíritu Santo y les transformó. La Confirmación es, o debe ser, “nuestro Pentecostés personal”. Que así sea.

Concluyo. El domingo fue un día muy especial en el caminar cristiano de quien esto escribe. Además de recibir el don del Espíritu Santo, el principal y más importante protagonista, tuve la fortuna de compartir el acontecimiento con mis abuelos (física y espiritualmente, y que tanto han contribuido a mi Fe), mis padres (que ya van para 35 años de matrimonio, gracias siempre por vuestra entrega, ejemplo y cariño), mis queridos hermanos, cuñada y mi sobrino David, gran parte de mis tíos (incluyendo a mi siempre querida y estimada prima María), que en un gesto de amor quisieron acompañarme en lo que sabían era un día importante en mi vida cristiana. Los que por diferentes motivos no pudieron o no quisieron se que me tuvieron presente en su pensamiento y corazón. Gracias, infinitas gracias a todos, y especialmente a dos personas: a mi Madrina –que aceptó la petición con enorme ilusión y generosidad- y a nuestro Señor Jesucristo.