jueves, 21 de junio de 2012

Sangre en la arena




Quedaban pocos minutos para que venciera el plazo del ultimátum. En las calles de España entera el silencio era estremecedor. Aún hoy su recuerdo le pone a uno el vello de punta. Millones de españoles salieron a la calle aquél 12 de julio, a punto están de cumplirse quince años, para pedir en silencio tu liberación, que no se cometiera una nueva barbarie. Incluso los niños, que nunca se sabe muy bien si se enteran o no de lo que pasa a su alrededor, caminaban con sigilo, como clamando por tu vida.
La emoción crecía conforme se acercaban las cuatro de la tarde, a esa hora terminaba el plazo dado. Tras el repiqueteo de las campanadas el silencio se hizo todavía más conmovedor.  A los cincuenta minutos te encontraron tirado sobre un camino, en medio de un charco de sangre en la arena, con dos balas del calibre 22 incrustadas en tu cabeza. Pronto se tuvo conocimiento en toda España, y en el mundo entero, del fatídico desenlace: gritos de indignación, muestras de impotencia, sollozos, abrazos, rostros quebrados y una desolación generalizada.

Apreciados todos los que habéis perdido la vida a manos de los innombrables que hoy se sientan -o se sentarán- en los Parlamentos de España y de Europa, apreciado Miguel Ángel, a nosotros también se nos revuelven las tripas.


* Publicado en Estrella Digital el 21.06.2012

2 comentarios:

Alonso de Blanco dijo...

Se me han puesto los pelos de punta. Magnífico post.

Juan Pablo L. Torrillas dijo...

Gracias Alonso.