lunes, 29 de agosto de 2011

Catorce años...

Te recuerdo con el caminar pausado, sigiloso, fatigado, unida al moño del que orgullosa siempre te sentiste, perfecto, lacado, en la cima coronando. ¿Cuántos versos salieron de tu boca? ¿Cuántas poesías me regalaste? Fueron incontables las palabras de amor que salieron acariciando tus labios y que en nuestro interior se fueron almacenando. ¡Qué cabeza, qué memoria! Y si en el tiempo me aventuro, infinitas fueron las veces que morderme la lengua me pediste antes de contestar a quienes la vida me dieron, en aquella época de rebeldía adolescente por la que todos hemos pasado. Y qué recuerdo más bello el de aquél bautizo del nieto y hermano pequeño en el que juntos como padrinos pudimos estar. Pero es que fueron tantos los besos, abrazos, cánticos y sonrisas que nos hubiste de regalar…

Catorce años ya, y si cierro los ojos aún siento los llantos de Madre nada más el teléfono descolgar. Y no digamos los de Padre ante la despedida fugaz. Catorce años con sus días, amaneceres y anocheceres, y no finaliza uno solo sin que me acuerde de ti. A penas han pasado catorce años y cuánto te hecho de menos…

Hoy he asistido a misa en tu honor, he rezado como tú me enseñaste, en la Iglesia, a donde acudo con cierta frecuencia, tal y como tú me aconsejaste, y así crece mi esperanza de cogerte algún día del brazo y volver contigo a la cocina, la tuya, a escuchar esas poesías que con una voz angelical me recitabas, nos decías.

2 comentarios:

Juan dijo...

Solo con la falta de los padres descubre uno que no solo nos dejan al irse los bienes materiales que buenamente pueden sino tambien algo en herencia que nunca habiamos imaginado. Un sentimiento que no habiamos sentido antes. La necesidad de rezar por ellos en agradecimiento a todo lo que nos dieron.Cada dia los recordamos y automaticamente biene la oracion. Hasta sin estar fisicamente con nosotros nos hacen mejores.
Muy buena entrada.

Juan Pablo L. Torrillas dijo...

Muchas gracias Juan.