El beso de Judas, de Rafael Gil, se rodó entre el 8 de agosto y el 10 de noviembre de 19 53
en Tierra Santa, a donde se desplazó el director con su equipo. El proyecto en
su origen fue de lo más humilde, pero las buenas perspectivas que causó entre
distintas productoras permitieron a don Rafael “ampliar” su trabajo. Obtuvo el
premio a la mejor película en el Festival de Cine de Venecia.
Vi la película el pasado domingo
de Ramos, día en el que se recrea y conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén,
vitoreado por el mismo pueblo que días después gritaría ante Poncio Pilatos: “¡Crucifícalo,
crucifícalo!”. Así somos. A mi juicio, estamos ante un extraordinario film para
dar la bienvenida a la Semana Santa, la más importante del calendario cristiano.
La película ofrece una recreación bastante acertada de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo. Pero lo que la distingue de otros trabajos semejantes
es que narra
el Misterio desde el punto de vista de Judas, el Apóstol elegido por el propio
Jesús y que le ha de entregar a la Cruz por un puñado de monedas; todo ello con un retrato psicológico del personaje magistral, así como de la tradición, ritos y costumbres
de la sociedad judía de la época.
De la película -de las Sagradas
Escrituras, en definitiva-, varios aspectos a resaltar: ¿Quiénes son los apóstoles?
Jesús elige para su misión a personas corrientes y sencillas, humildes,
pecadoras, que aún viendo sus “signos” no creen, que prometen fidelidad y
lealtad eterna pero a la hora de la verdad niegan conocer a su Maestro, hasta
en tres ocasiones le niega Pedro. El Sanedrín, consejo de los Sumos Sacerdotes,
que al no poder condenar a muerte a Jesús por no ser de su competencia, y
viendo peligrar su poder, lo entregan a la autoridad romana señalándolo como
conspirador del Cesar. O Pilatos, que encarna la viva imagen de la dictadura
del relativismo que hoy padecemos, actuando, no en pro de la justicia, sino en
pro del interés propio, a sabiendas de que condena a muerte a un Hombre “en el
que no ve culpa alguna”.
¿Y el papel de la mujer? Son las
mujeres (y hablo en general de todas ellas, su Madre la Virgen María, María
Magdalena, la Verónica –de la que no se habla en las Escrituras-, etc.) de la
Pasión de Jesús las que no le abandonan, las que permanecen a su lado con una
humildad, lealtad, fidelidad y amor incondicionales. ¿Quiénes permanecen junto a
Jesús en la Cruz una vez que expira? Por ello no es de extrañar que sean esas
mismas mujeres las escogidas para dar testimonio de lo más grande de nuestra
religión cristiana, la Resurrección de Jesús. Porque sin Resurrección nuestra
Fe no tiene ningún sentido. Los propios Apóstoles, viendo, no creyeron, y por
eso Jesús, ya resucitado, tuvo que salir de nuevo a su encuentro.
No soy ningún experto en cine,
algún día le preguntaré su opinión a mi amigo Antonio Serrano, maestro cinéfilo,
pero no creo equivocarme al recomendar El
beso de Judas como un extraordinario “entrante” del “gran banquete” que nos
espera…
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