Les voy a contar una historia "basada en hechos reales", como en las películas.
A menudo decía que
la vida era como el Camino de Santiago. Para los que han llegado a pie a la
ciudad del Apóstol de Compostela esto es así. Cada día es diferente, una
especie de aventura. Te despiertas y no sabes muy bien que grado de sufrimiento,
felicidad, alegría o tristeza te va a deparar la jornada. Pero, puestos en el
camino, hay que andarlo hasta llegar al final.
Conoció a V. en el
2004. Desde entonces pasaron de ser meros compañeros de trabajo a bordar una
amistad en la que poderse contar cualquier tipo de confidencia, por muy íntima
que fuera. Y yo, personalmente, pienso que esa es la confianza que debe reinar
en toda amistad que se precie.
Me contaba el otro
día la historia de V. y la verdad es que se me pusieron los pelos de punta. Uno
nunca sabe muy bien donde está el fondo del sufrimiento hasta que lo vive y lo
pasa, es entonces cuando tiene lógica la expresión “toqué fondo”, porque a
partir de ahí uno “se viene a arriba”.
V. llevaba un
tiempo mal, no podía levantarse de la cama, a la mínima sus ojos se escondían
tras las lágrimas, vivía en una permanente angustia ya que no sabía lo que le
pasaba, estaba sufriendo pero no quería, y tampoco sabía muy bien cómo salir de
esa situación. Así, con el pasar de los días, cayó en una depresión de caballo,
si me permiten la expresión.
Tras ponerse en
manos de un sicólogo, poco a poco fue sacando las piedras que durante muchos
años, demasiados, había ido almacenando en la mochila que todos llevamos en la
espalda. El peso de la mochila llegó a ser tan elevado que las piedras la
aplastaron, literalmente.
“Resulta que la
sicóloga me recomendó que saliera de casa, que caminara, que no me quedara en
lo que por aquél entonces era para mí una cueva maloliente y oscura. Pues
verás, resulta que iba andando por la calle después de haberme pegado una llantina
que no veas, y con el suelo por horizonte mira lo que me encontré en el camino”,
y sacó una estampa que enseñó a su amigo, el mío.
Para servidor está
claro que aquella estampita salió a su encuentro aquella tarde, mientras
paseaba por la ciudad. Al parecer estaba boca arriba, la cogió del suelo y, sucia
de tantas veces pisoteada, al llegar a casa la limpió con cuidado. Se trataba
de la estampa del Sagrado Corazón de Jesús, por detrás llevaba una inscripción
que reza así:
“Tras del rostro
del que sufre se levanta esplendoroso el de Cristo”
Imagen Corazón de Jesús
No hay comentarios:
Publicar un comentario