Relato a la orilla
del mar
Paseaba descalzo en
contacto con el agua salada del mar. Había acudido a la isla de la que tanto le
habló hace ya muchos años. Con el devenir de los días, y las dichosas
circunstancias, sin las que ninguno de nosotros seríamos nosotros mismos, perdió
su rastro. Acudir a su isla era una forma de encontrarse con ella, de pasear
por donde caminaron sus pies, de contemplar los paisajes que disfrutaron sus
ojos. A lo lejos vio a un grupo de mujeres jóvenes haciendo pic-nic, pensó
entonces en los buenos ratos que habría pasado en esa misma playa, soñando
junto a sus amigas. Y se miró al ombligo, reconociendo lo torpe y lo grandioso
que puede llegar a ser el hombre al mismo tiempo. Fue entonces cuando una
gaviota levantó el vuelo, y recordó el día en que alcanzó a perdonarse.
Paseo a orillas del mar, Sorolla.
“No tengáis miedo”
(Juan Pablo II)
Y entonces leyó: - Un
verdadero cristiano es completamente libre. “Ha comprendido que tiene que ser
un escándalo para este mundo –destaca el filósofo Hildebrand-… Debe aceptar
alegremente ser tomado por loco, ridículo y retrasado mental”. (Libertad vivida con la fuerza de la fe,
Jutta Burggraf).
Juan Pablo II besa la Cruz
San José
Día del Padre y
patrono de la Santa Madre Iglesia. Fue de puerta en puerta, fatigado, junto a
su mujer María, la madre del Niño. Fueron tantas las puertas cerradas. Eran pobres,
no tenían nada y lo tenían Todo. Al final fueron padres en un pesebre sucio y
maloliente. Fue un nacer mucho más duro que todo su trabajo en el taller, y
mucho más emocionante.
San José obrero
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