Había comenzado el
2013 inmerso en demasiado ruido. Hace tiempo descubrió que en silencio uno se
escucha mejor, que llega a rincones imposibles de alcanzar en medio de tanto
sonido estridente. Pero para habitar el silencio y dialogar con Él hace falta
lo más importante, querer. Para querer renunciar al ruido basta con decir no.
Pero decir que no es renunciar a muchas cosas y volvemos a donde, quizás, lo
dejamos algún día; el hombre es un ser de contradicciones que pesan más y más a medida que uno toma conciencia de dónde está, de quién es, el camino, la
verdad y la vida.
A mi me pasa un
poco lo que a nuestro protagonista. Empiezo a echar de menos un encuentro con
el silencio. Silencio para viajar a mi interior, quietud para meditar y
reflexionar sosegadamente, soledad para dar gracias, amar y sentirme amado. Y
quizás en este curso que comienza lea más libros, y si son menos no pasa nada,
pero que sean buenos. Miro a la librería y ahí están, esperando, los Episodios
Nacionales del señor Benito Pérez. Y tantos otros episodios que esperan su
turno sin protestar. A lo mejor culmino mi primera novela, que no tiene por qué
tener muchas páginas, pero que las que tenga estén bien escritas. ¿Aprobaré con
éxito las trece asignaturas de cuarto de derecho en las que me he matriculado? El
reto desde luego no es pequeño. Y como católico, ¿terminaré el año siendo mejor
cristiano? Este curso, no sé si como mi protagonista, pero si Dios quiere me
confirmaré en el sacramento del Espíritu Santo lo que, si somos serios, implica
una responsabilidad debida. ¡Quién me lo iba a decir a mí, confirmarme a los
treinta y tres años! Eso sí que es difícil en los tiempos que corren, decir que
sí a Cristo -intentarlo- y que no al ruido, ¡uf!, complicado, se lo digo yo, pero quizás por
eso mismo haya dado el paso. Lo fácil para otros, por favor. Luego uno
se plantea también dormir las ocho horas que recomiendan los médicos, pero eso casa mal
con trabajar, estudiar, leer, escribir y atender el entorno social que nos
rodea: ¡empezamos bien!
… Y hoy, para ser
el tercer día del año, aunque no llegue a las ocho voy a ver si duermo siete. Hasta
el sábado.
Ya está aquí...
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