No se sabe muy bien
como, pero el caso es que subió la escalera y llegó al último piso, donde la
biblioteca ocupaba toda la planta. Miles de libros abarrotaban las estanterías
que escoltaban las paredes. En el escritorio se encontraba su padre, entre
papeles, seguramente preparando un juicio, o leyendo un periódico, quizás
escribiendo.
El pequeño aún no
andaba con soltura. Al verlo, su padre se levantó y fue hacia él, lo cogió
entre sus brazos y lo beso, primero en la mejilla y después en la frente. Era
su primogénito y lo quería con locura, fruto del amor de su matrimonio. Esperaban
el segundo.
Volvió al
escritorio el padre, y el hijo, sobre la alfombra, avanzaba gateando hacia una
de las estanterías. Cogió un libro entre las manos, Desde la cima de la colina llevaba por título.
El padre, de repente, al verlo con ese ejemplar jugueteando, pego un blinco sobresaltado y rápidamente
fue hacia él. Cogió el libro y lo dejó sobre la mesa situada junto al viejo sillón,
donde tantas horas pasaba leyendo. Se sentó, y a su hijo sobre las piernas. Cogió el libro, lo abrió por la primera página y leyó la dedicatoria que le escribió su padre. Emocionado, y a sabiendas de que el pequeño aún no entendía –o puede que sí-, concluyo: “algún día leerás el libro de tu bisabuelo Salvador”.
Obra póstuma del abuelo Salvador
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