De entre los
hombres ilustres que dio nuestra patria se encuentra Pablo Casals (1876-1973),
Pau para los amigos.
Es curiosa la vida,
Chesterton diría que sorprendente. He retomado el noble arte, si se me permite,
de fumar en pipa. Buscando información a cerca de esta “ciencia” es como me he
topado con la vida y obra de Pau Casals, un hombre dedicado en cuerpo y alma a
la música. Con mayúsculas por favor, Música.
Dicen sus contemporáneos,
lo demuestran diversas filmaciones y fotografías, que Pau Casals tocaba su violonchelo a una
pipa pegado. Así como infinitas son las horas que Pau ha dedicado a la
interpretación y a la composición musical, también lo son las empleadas en
cargar y fumar sus pipas.
Escribo estas
líneas mientras suenan distintas piezas del compositor catalán. En este
instante lo hace El cant dels ocells,
una bella melodía donde el sonido del violonchelo me eleva a un espacio
desconocido en el que reina el placer, la paz, el sosiego, la quietud, la calma…
Es la música un lenguaje universal que une al hombre, y así pensaba nuestro
ilustre fumador de pipa, cuya obra creativa invita a la paz de los pueblos. No
lo digo yo. En 1958 Pau Casals es nominado para el Premio Nobel de la Paz y en
1971 recibe del Secretario General de la ONU, U. Thant, la Medalla de la Paz de las
Naciones Unidas. Pau estaría orgulloso de su colega Daniel Baremboim quien, en
1999 y junto al escritor estadounidense de origen palestino Edward Said, funda la Orquesta del Diván
Este-Oeste integrada por jóvenes músicos de origen israelí y palestino. Una
lección a ambos pueblos de que la paz es posible.
Pablo Casals murió a los 96 años con una pipa
en la boca, un violonchelo entre las piernas y un inagotable deseo de paz. Desde aquí mi admiración.
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