El sábado estuve viendo Tomás Moro, una utopía en el Teatro
Fernando Fernán Gómez de Madrid. Tengo que reconocer que cada vez que vuelvo a
mi tierra disfruto como un enano, nada tiene que envidiar a cualquier gran
ciudad europea.
La autoría de Tomás Moro, una utopía se atribuye nada
más y nada menos que a William Shakespeare y a otros cuatro autores contemporáneos
suyo: Anthony Munday, Henry Chettle, Thomas Dekker y Thomas Heywood. En una
extraordinaria adaptación realizada por Ignacio García May, y sabiamente dirigida
por Tamzin Townsend, con una puesta en escena de una sencillez y una intensidad
sublimes, la obra nos relata distintos episodios de la vida del insigne y
admirado Tomás Moro. Santo.
Sí, porque el bueno de Tomás Moro
(jurista, filósofo, político y sabio consejero) murió decapitado por ser coherente
con sus creencias religiosas –católico, apostólico y romano- y fidelidad al
sucesor de Pedro. Un mártir más que fue canonizado justo cuatro siglos después
de su muerte, por el Papa Pio XI.
A lo largo de la obra se ponen de
relieve, en la persona de Moro, importantes valores que lamentablemente han
desaparecido de la escena pública de nuestros días: coherencia, justicia,
honradez, caridad, generosidad, profesionalidad en el trabajo y, en definitiva,
amor a Dios. A su vez, los personajes que representan a “el pueblo”, ponen de
manifiesto su admiración y respeto hacia la figura de Sir Tomás Moro,
precisamente por los valores que encarna. Si tienen oportunidad vayan a verla,
aunque tendrá que ser en otra ciudad, o en otra ocasión.
Antes de la obra tuvo lugar una
conferencia titulada “Humanismo y sociedad”. Eché en falta que se hablara de
Dios y del humanismo cristiano, pues no es otro sino éste el que ha impregnado
durante siglos toda la cultura y civilización europea (junto al derecho romano
y la cultura griega), máxime cuando a continuación se representaba una obra
sobre la vida de Santo Tomás Moro. Es curioso, pero a menor presencia de Dios
en la sociedad, menor humanismo cristiano y, lógicamente, menor humanismo. O me
da a mí esa impresión.
Después de la obra tuvo lugar un
coloquio entre el público, los actores y la directora de la obra. Una joven espectadora
comentó que era una lástima no ver hoy en día más personajes públicos con los
valores que tenía Moro. Contestó José Luís Patiño -el actor que encarna a Moro
en un papel brillante-, señalando que nuestros políticos, banqueros y demás
personajes públicos son un reflejo de la sociedad y que, quizás, debamos
empezar a mirarnos a nosotros mismos para ver el grado de coherencia y honradez
con que vivimos nuestras vidas. Estoy de acuerdo con Patiño.
Termina la representación teatral
con una frase que encontramos en las últimas páginas del Libro I de “Utopía”,
la obra más conocida de Sir Tomás Moro (de obligada lectura en los centros
educativos de otros tiempos, por cierto):
“Pues no puede andar todo bien si
no son todos buenos, lo que no espero hasta dentro de unos años todavía”.
El Santo Tomás Moro resulta ser
el patrono de políticos y gobernantes. Pues eso.
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