Viví unos años maravillosos como
estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, donde
participé de la “vida universitaria” muy intensamente.
Fui delegado de curso, junto a unos
compañeros fundamos la Asociación Estudio y Trabajo, conseguimos hacernos un
hueco como representantes de los estudiantes en los distintos órganos de
gobierno de la facultad y, por fin, al cuarto año de presentarnos a las
elecciones estudiantiles conseguimos vencer a la todopoderosa Coalición de
Delegados.
La noche de la victoria fue muy
especial, venía precedida de muchos años de intenso trabajo por y para los
estudiantes. Estoy convencido de que cometimos errores, servidor
el primero, pero también conseguimos la defensa de unos intereses académicos
que hasta entonces creímos brillaba por su ausencia, o que se organizaran
numerosas actividades académicas: cursos, seminarios, congresos, ponencias, presentaciones de
libros, etc., todo ello de máximo interés tanto para los estudiantes de Derecho
como para los de Relaciones Laborales. Para estos últimos, por ejemplo, se
consiguió una amplia y variada bibliografía hasta entonces inexistente en la
biblioteca de la facultad. Y ante la labor desempeñada, creo de justicia
reconocer aquí que el decano de entonces, don José Iturmendi Morales, siempre
mostró su apoyo a nuestra tarea.
Volvamos a aquella noche de
victoria electoral. Mientras los distintos delegados procedíamos al recuento de
votos, me temo que no muy lejos se encontraba un grupo de totalitarios
preparando sus bates de béisbol, varas de hierro y demás “valientes” artilugios.
No recuerdo la hora exactamente, pero ya era bien entrada la noche cuando
accedieron a nuestra facultad para montar el numerito. Hubo algunos daños
materiales y algún estudiante fue agredido. Sabedores de que, como diría
Gandhi, “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”, gracias a Dios
todo quedó en un susto.
Ese lamentable episodio no fue el
único vivido en aquella época. Recuerdo las amenazas que sufrimos al organizar
la presentación del libro de don Jesús Cacho, El negocio de la libertad, o los ataques recibidos con motivo de
diferentes huelgas estudiantiles por aquellos que no entienden que frente al
derecho a la huelga existe el también legítimo derecho a no secundarla.
Precisamente hoy iba a dedicarle
este espacio a los todopoderosos Méndez y Toxo, los generales en jefe de los
dos principales sindicatos de España, pero al enterarme de los lamentables
sucesos ocurridos ayer en mi antigua facultad he cambiado el rumbo, ya habrá
ocasión.
Me siento profundamente
universitario, de hecho lo sigo siendo, y entiendo que Universidad, que viene
del latín universítas, -atis, tiene
que ver con lo universal, con la amplitud de miras y la universalidad del
conocimiento, por ello es difícil de entender ciertas actitudes y
comportamientos totalitarios. El respeto, siempre ha de imperar el respeto.
En el día de ayer un grupo de
estos violentos totalitarios irrumpieron en mi antigua facultad agrediendo a
los estudiantes y ocasionando numerosos destrozos (tal y como vemos en la
imagen inferior), mi solidaridad con ella y con ellos. No cabe la violencia en
la Universidad, ni la condescendencia con ella. Por ello, es difícil de
entender que, con motivo de la última convocatoria de huelga en la Universidad,
el rector de la Complutense, don José Carrillo –hijo del histórico dirigente
comunista-, se manifestara contra la intervención policial en “¿su?”
universidad frente a la acción violenta de algunos estudiantes. ¿Acaso los
Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado no tienen como uno de sus cometidos
velar por el orden público?
Y de todo lo dicho una lección a
recordar, como diría el beato y admirado Juan Pablo II, “la violencia jamás
resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”. Y
en esas estamos.
Joven agredido en el día de ayer
Numerosos destrozos materiales
1 comentario:
no queda otra que "construir más alto" sin desmayo. No se me ocurre otra.
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