La semana pasada fueron
beatificados en Tarragona 522 mártires de la Iglesia Católica en España. Sé que
a algunos les pesa que hable de estas cosas, pero desde mi pequeñez y con amor
fraterno les diré que no se preocupen, que soy libre, que "no tengo miedo" y
que pueden cerrar la pestaña de mi blog en este mismo momento.
Lo que más me impresiona de
alguna de las biografías de estas 522 personas es que pudieron salvar su vida, pudieron
evitar el disparo en la nuca o el pecho de haber renunciado a su fe, de haber
negado a Cristo. Pero no lo hicieron y dieron su vida por Él, pero también por
nosotros, pues murieron perdonando a aquél que les quitaba la vida, amando
hasta el extremo. Por eso, como nos recordó el Papa, los mártires deben iluminar nuestras vidas cristianas para "salir de nosotros
mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro bien estar, de nuestra pereza, de
nuestras tristezas, y abrirnos a Dios, a los demás, especialmente a los que más
lo necesitan". Y es que nunca ha sido fácil seguir a Cristo, no lo fue
ayer, no lo es en la actualidad (¿cuántos cristianos son hoy los perseguidos, encarcelados
o "crucificados" -socialmente hablando- por el hecho de serlo?) y
tampoco lo será mañana, por eso el ejemplo de los mártires está tan cargado de
amor, esperanza, misericordia, perdón y misterio. "¿Cómo
se explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que renegar de la
propia fe en Dios?", se preguntaba el cardenal Ángelo Amato en Tarragona,
a donde acudió en representación del Santo Padre para la beatificación.
Monseñor Ángelo Amato recordó
algo que hemos olvidado, pues los mártires asesinados antes y después del inicio
de nuestra triste guerra civil "no eran combatientes, no tenían armas, no
se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran
provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la
fe, sólo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran
seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en
Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia
vida". Y por eso mismo, porque murieron por amor y perdonando han sido
proclamados beatos; el domingo pasado Tarragona celebró una gran fiesta del
perdón.
Antes de terminar quiero traer
aquí una breve semblanza de uno de los mártires beatificados en Tarragona. El Padre, y ahora Beato, Pedro Sadurni era
profesor en el colegio San José de la localidad de Tremp, Gerona. En agosto de
1936 fue detenido, encarcelado, atado con sogas por los codos y fusilado junto
a otros 72 sacerdotes, minutos antes de su ejecución un miliciano exclamó: ¡A éste no lo matéis, que nos daba de
comer! Pero murió, siguió a Cristo hasta el final.
* Estas líneas se las quiero
dedicar a mi hermana Ana, porque me
animó a volver a compartir mi fe en este blog, a no tener miedo y a seguir
firme en la fe, con la ayuda de Dios. Gracias Anita.
Murieron por su fe
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