Mañana, día 3 de julio,
se celebra la festividad de Santo Tomás, uno de los Doce Apóstoles, conocido
como el Mellizo.
Es Tomás
protagonista de unos de los episodios más impactantes, a mi juicio, del
Evangelio de San Juan cuando, Cristo resucitado, aparece en el lugar donde los
Apóstoles se encuentran reunidos, les enseña sus manos y costado y les da la
paz. Ante la evidencia de encontrarse ante el Señor los discípulos se llenaron
de alegría. Tan solo uno de los Apóstoles faltaba, Tomas.
Cuando el Mellizo
se une a sus compañeros éstos le dicen que han visto al Señor, que han
permanecido en su presencia unos instantes. Tomas no les cree. Es necesario que Jesucristo haga un nuevo acto de presencia, a los ocho días, para que Tomas meta
la mano en Su costado y exclame: “¡Señor mío y Dios mío!" Y Jesús le diga: “Has creído
porque has visto. Dichosos los que creen sin haber visto”. (Jn 20, 19-29).
La vida de Fe no es
un camino de rosas, ni es lineal en el tiempo, tiene sus altibajos y sus
contradicciones, exactamente igual a las vividas por los discípulos elegidos
por el Señor. Después de traicionarlo por cuatro monedas, negarlo y desconfiar
de Él, los Apóstoles llegaron a ser santos. El testimonio no es baladí. Más reciente en el tiempo tenemos
el maravilloso testimonio que San Agustín nos relata en sus Confesiones.
Tomás, el Mellizo, nos
recuerda cual poderosa es la tentación de la incredulidad, de la pereza, la
victoria de lo fácil. “Has creído porque has visto. Dichosos los que creen sin
haber visto”. Quizás sea conveniente prepararnos para que cuando estemos en un
momento “alto” no nos lo “creamos” demasiado, en el sentido de pensar que ya
hemos llegado a donde íbamos; ni cuando estemos en un momento de “bajón”
perdamos la Esperanza de seguir en el Camino, la Verdad y la Vida. Santo Tomás
intercederá por nosotros con la ayuda inestimable del Espíritu Santo. Que así
sea.
Tomás cree porque vé
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