Nicodemo, hombre mayor y
poderoso, no entendía a Jesús cuando éste le dijo: “el que no nazca de nuevo,
no puede entender el reino de Dios” (Jn 3, 3). Ante el asombro de aquél, Jesús
continuó diciendo: “lo que nace de la carne, es carne, lo que nace del Espíritu
es Espíritu: Tenéis que nacer de nuevo” (Jn 3, 6).
Vivimos una época donde lo que
cuenta no es lo que se Es sino lo que se Tiene. Una ola materialista arrolla
todo cuanto sale a su camino: alegría, esperanza, amor, misericordia, piedad,
perdón, fe. Incluso algunos pretenden que la fe sea demostrada, como si de un
cálculo matemático estuviéramos hablando. Conviene recordar, especialmente en
estas fechas, que "la fe es la máxima dimensión del hombre y el amor su
suprema expresión. Tener fe es fiarse de Dios, la fe es la palabra de Dios en
el hombre. No podemos demostrar nada, porque lo que estamos hablando es
demasiado grande para ser demostrado".
Lo que celebramos en la Navidad
no es solo la Natividad de Jesucristo en medio de un pobre pesebre de Belén,
que también (nos urge reflexionar a cerca de la forma en que Dios se hace
Hombre, cómo de esa forma se “hermana” con nosotros, en medio de sencillez,
humildad y pobreza; pero también hemos de pensar en cómo muere, en la cruz, a
la que iban a parar los más miserables de la época). Lo que los cristianos
celebramos en estas fechas es esa llamada a re-nacer de nuevo, en Cristo,
dejándonos deslumbrar por esa “revolucionaria” noticia que supone el hecho de
que Dios ha venido para, solidarizándose con nosotros, acompañarnos en nuestras
penas, miserias y sufrimientos, pero también en nuestras alegrías, gozos y
bondades. Y Cristo nos invita precisamente a eso, a que volvamos a nacer con Él,
en Belén, en el pesebre, sin olvidar la mayor prueba de amor que nunca antes ha
habido: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). ¡Feliz
Navidad!
* Deseándoles una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo, éste espacio permanecerá sin actividad hasta pasada la festividad de los Reyes Magos.