Es emocionante ver
en una película cómo la reconciliación de un país comienza con el perdón de su
Presidente a aquellos que lo tuvieron en la cárcel casi treinta años. Hay que
tener una gran talla humana y moral para hacerlo, pero no solo para eso, sino también
para ser capaz de incorporar al proyecto común de tu país a aquellos que un día
te persiguieron.
De Invictus aprendemos nuevamente que la
unión hace la fuerza, que el odio no lleva a ninguna parte, que el amor mueve
montañas, que no hay nada imposible si lo intentas, que el trabajo duro, la
constancia y la ilusión son aptitudes indispensables para la consecución de los
objetivos.
Echo en falta en mi
país esa unión, ese entendimiento, la comprensión de los unos con los otros,
más amorosidad (“hay que hablar con amorosidad”, decía mi abuela Venancia) y
menos violencia. La historia nos enseña que cuando en España todos hemos ido a
una hemos logrado grandes objetivos, hemos sido una gran Nación. Es cierto que
podemos caer en la tentación de excusarnos en la ausencia de líderes con el
coraje de un Nelson Mandela entre nuestros políticos, sin embargo, podemos
empezar por mirarnos al espejo y reflexionar sobre lo que podemos hacer cada
uno de nosotros para que nuestro entorno sea un lugar más habitable, más
saludable, más optimo. Quizás podríamos empezar por cuidar nuestra educación,
nuestro civismo. Quizás fuera un buen comienzo.
Gran film Invictus, que por supuesto recomiendo.
1 comentario:
Todos a una como en Fuenteovejuna. ¡Y adelante España!
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