Hace un tiempo
Fernando R. Genovés me advirtió de la maestría de Stefan Zweig en su condición
de biógrafo. Antes de ponerme a leer a Honoré de Balzac, Las ilusiones perdidas, tuve a bien conocer más a fondo su vida y
obra. En Balzac. La novela de una vida,
de Stefan Zweig, he visto satisfecha mi curiosidad.
Finalicé su lectura
el pasado 15 de agosto y aún hoy, cuando cierro los ojos, veo a Balzac levantándose
de su lecho al filo de la media noche y, vestido con su túnica blanca al modo de
los frailes dominicos, ponerse a escribir de una tacada durante 15 o 17 horas
seguidas, parando únicamente para tomar un almuerzo ligero o darse un baño en
el que poder relajar la mente durante unos pocos minutos. Bebedor empedernido
de café fueron cientos de miles de horas las que Balzac dedicó a escribir
infinidad de cuartillas, dejando para la posteridad una de las obras más
extensas de la literatura de todos los tiempos.
Escribió
absolutamente de todo, novelas, relatos, teatro, artículos, cartas, fundó periódicos
y revistas que prácticamente escribía en solitario, y mucho de lo que hizo tuvo
su origen en una característica que le acompañó durante toda su vida: vivió
endeudado y murió arruinado. Por eso se dice que de su ingente obra literaria
tan solo una parte merece la pena, seguramente aquella que escribió sin la
presión de sus acreedores o del fisco de la época. Y es que su ambición le llevó
a emprender mil y una empresas fracasando en todas y cada una de ellas con una
excepción, su empresa literaria.
Balzac se propuso fotografiar
“literariamente” al conjunto de la sociedad de su tiempo, para ello se valdría
de un conjunto de novelas en las que aparecerían unos 4000 personajes. Es lo
que Balzac denominó como La
Comedia Humana ,
el retrato social más fidedigno de su época. Una muerte temprana le impidió
culminar un proyecto que había preparado minuciosamente. No obstante, dejó para
la posteridad la vida de Francia vertida a lo largo de 2000 personajes.
Stefan Zweig admiró
profundamente la vida y obra de Balzac, al que consideró el más grande de los
escritores. Prueba de ello es esta obra póstuma en la que se adentra en lo más
profundo de sus pensamientos, interrogantes, contradicciones, pasiones y modus
vivendi.
Ha sido todo un
acierto seguir la sugerencia de Fernando R. Genovés, al que desde aquí
agradezco su consejo; es momento ahora de sumergirnos en la Francia de Las ilusiones perdidas.
3 comentarios:
Gracias, amigo Juan Pablo, por la mención. Con todo, me complace mucho que hayas disfrutado con la biografía de Balzac escrita por el irrepetible Zweig. Confío en que esta feliz experiencia te anime a seguir profundizando en la obra del escritor vienés.
Un abrazo.
Suena interesante, desde luego estas son buenas referencias.
Investigaré sobre ello.
Un saludo :)
Lo que hace el autor de este libro es muy difícil: Consigue llevarte al siglo diecinueve, a Francia, al internado, a la mesa de trabajo de Balzac, a su coche de caballos, a Ucrania, a Viena, Ginebra, e Italia, a sus casas; trasnochando junto a él vestido con la cogulla, o paseándose por los salones armado con su famoso bastón, sufriendo sus ruinas sucesivas, atiborrándose de café, desafiando al fracaso, imaginando negocios, cayendo y volviéndose a levantar, soñando despierto, comprando cuadros y cachivaches, galanteando a duquesas, condesas, marquesas, señoras y princesas, edificando un mundo propio, lanzando órdagos a la prensa servil o comportándose como el chiquillo que todos llevamos dentro.
Transmitir al lector del siglo veintiuno todo eso es arte es estado puro.
Publicar un comentario