El amante del libro
tiene una oportunidad de oro para acercarse a Madrid y disfrutar con la exposición
Grandes encuadernaciones en las Bibliotecas
Reales (S.XV - S.XXI), en el Palacio Real. Un recorrido por las obras más
selectas que forman parte de las bibliotecas de las distintas casas reales a lo
largo de más de cinco siglos. Y de colecciones privadas como la de Diego
Hurtado de Mendoza o Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar. Auténticos
tesoros con cuerpo y alma, un canto al libro y, nunca mejor dicho, a las joyas
de la corona. Ejemplares en soportes con las texturas más diversas, los colores
más sabiamente combinados, las formas más sugerentes en todo tipo de tamaños,
grande, mediano o pequeño, y caligrafías
de todo tipo en distintas lenguas, están
a nuestra disposición para ser contemplados. Y valorados.
Porque qué duda
cabe que los libros tienen su valor. No solo hay detrás un trabajo intelectual
merecedor del mayor de los respetos, por mucho que pueda no gustarnos o
agradarnos su contenido, sino que hay una labor de diseño, edición e imprenta
que lo dota de un cuerpo capaz de conservar el alma de la obra. Por eso uno no
puede entender cómo hay personas que llaman “libro” al contenido informático de
determinados soportes tecnológicos modernos, véase los famosos e-books. Eso que
vemos en la pantalla, otra pantalla más, no seré yo quien niegue que se trata
de un texto reproducido en el soporte x, pero: ¿de veras que hablamos de “libros”?
Me gustaría saber lo que pensaría Johannes Gutemberg al respecto.
Hay un momento en
la película Tierras de penumbra en
que un alumno contesta al profesor (C. S. Lewis) que “leemos para saber que no
estamos solos”. Es cierto. Levanto la vista de la pantalla del ordenador y
dirijo la atención a mi biblioteca. Ahí están Góngora, Quevedo, Cervantes, Galdós,
Baroja, Unamuno, Maeztu, D´ors, Ortega y Gasset, Benavente, Marías,…, y tantos
otros. Cada uno de ellos me acompaña en el camino, rodeado estoy de sus obras,
de sus libros. Los observo, leo y releo, imaginando que los autores están
sentados en frente, en plena tertulia de sobremesa, compartiendo en voz alta lo
que dejaron escrito. Y siento que no estoy solo.
¿Ustedes se
imaginan una exposición de e-books? Yo tampoco.
Publicado en el suplemento cultural de El día el 05.08.2012
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