Pablo D´ors, en su condición de capellán de
un hospital, nos cuenta la historia de la doctora África Sendino. Más bien una
parte de la misma. Un buen día Sendino advierte la presencia de un bulto en su pecho y ella, que es médico, no duda un instante
en acudir a sus colegas del hospital para que la sometan a las pruebas
pertinentes. “A las nueve y cuarto salgo
de su laboratorio con un nuevo panorama vital: tengo cáncer”, escribe Sendino
en su diario.
D´ors destaca en ella, nada más conocerla,
tres cualidades: su compostura, su manera de hablar y su altísimo nivel
espiritual. “Si Dios me brindase rebobinar la moviola de la vida y me ofreciera
elegir entre las dos opciones posibles (salud sin quiebra o lo que realmente me
ha sucedido), no podría decir que no a lo que sucedió en realidad. Porque Dios
no nos ofrece la enfermedad como castigo, sino como camino. Y porque en ese
camino yo estoy aprendiendo intensísimas lecciones de lo que supone que Dios
componga el argumento de mí biografía. Comprendo por fin que la Providencia
divina no es un simple planteamiento, sino una realidad cotidiana que me
aguarda en el rostro de mis amigos. Y presencio, como un espectáculo grandioso,
hasta dónde puede llegar la bondad de quienes me rodean”, señala en su diario.
Pablo D ´ors asiste a la doctora África
Sendino en su condición de ministro de la Iglesia Católica. Probablemente,
conocedora de su faceta como escritor, Sendino pide a su capellán que la ayude
a dejar por escrito el testimonio de la experiencia vital que ahora enfrenta en
su camino, la enfermedad.
“Sendino se muere” es ese testimonio. Una
narración sobrecogedora en la que Pablo D´ors vierte con sencillez descriptiva y
profundidad humana y espiritual la vivencia de una mujer de fe ante la noticia
de un cáncer que finalmente termina con su vida. Pero hay más, como médico la
doctora África Sendino se adentra en el mundo de la medicina y en como pudiendo
hacerse mucho más, sobre todo a nivel humano, se hace tan poco. “Porque, durante mi enfermedad (o quizá
siempre, pero solo ahora lo he percibido), he sido receptora de continuas y
conmovedoras muestras de afecto. Gracias a que yo era médico, por ejemplo, todo
se me hizo de forma inmediata, con un compás de espera mínimo. ¿Qué deben ser –me
pregunto- las esperas, llenas de incertidumbre, de las gentes ajenas al
hospital? Trata a cualquier enfermo como quisieras que te tratasen a ti mismo,
esa es la ley”, lo que no es sino un órdago a la profesión médica, que con
tanta frecuencia incumple “la ley”.
Humanidad, espiritualidad, fortaleza,
sinceridad, humildad y aceptación se dan cita en “Sendino se muere”, un
testimonio excepcional de una mujer que ve en su enfermedad un regalo de Dios,
la oportunidad de poner en práctica la “teoría” aprendida durante su vida. Y
creo que es eso precisamente, aceptar la enfermedad como un regalo divino, lo
que nos admira y conmueve de África Sendino.
Estamos ante una hermosa historia vital cuya
lectura es, sin duda, más que recomendable.
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