Quedaban pocos
minutos para que venciera el plazo del ultimátum. En las calles de España
entera el silencio era estremecedor. Aún hoy su recuerdo le pone a uno el vello
de punta. Millones de españoles salieron a la calle aquél 12 de julio, a punto
están de cumplirse quince años, para pedir en silencio tu liberación, que no se
cometiera una nueva barbarie. Incluso los niños, que nunca se sabe muy bien si
se enteran o no de lo que pasa a su alrededor, caminaban con sigilo, como
clamando por tu vida.
La emoción crecía
conforme se acercaban las cuatro de la tarde, a esa hora terminaba el plazo
dado. Tras el repiqueteo de las campanadas el silencio se hizo todavía más
conmovedor. A los cincuenta minutos te
encontraron tirado sobre un camino, en medio de un charco de sangre en la
arena, con dos balas del calibre 22 incrustadas en tu cabeza. Pronto se tuvo
conocimiento en toda España, y en el mundo entero, del fatídico desenlace:
gritos de indignación, muestras de impotencia, sollozos, abrazos, rostros
quebrados y una desolación generalizada.
Apreciados todos los que habéis perdido la vida a manos de los
innombrables que hoy se sientan -o se sentarán- en los Parlamentos de España y
de Europa, apreciado Miguel Ángel, a nosotros también se nos revuelven las
tripas.
* Publicado en Estrella Digital el 21.06.2012
* Publicado en Estrella Digital el 21.06.2012
2 comentarios:
Se me han puesto los pelos de punta. Magnífico post.
Gracias Alonso.
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