Shubert opinaba que la música que se preciase
tenía que transmitir tristeza. Ya ven. Este magnífico compositor falleció a la
edad de 31 años como consecuencia de las fiebres producidas por una gonorrea. A
su muerte no había conseguido publicar gran parte de su obra. Hoy nos
deleitamos con ella. Es lo que tiene, probablemente, optar por el ambiente
bohemio de las tabernas en lugar de los salones influyentes de la realeza y la nobleza
de la época.
A veces cuando uno
abre un periódico y lo lee encuentra las mejores historias en la sección de “Cartas
al director”. El otro día leí una que me puso un nudo en la garganta. No
recuerdo los nombres, sí la historia. El artículo lo escribía su amiga y se lo
dedicaba a él. Murió en febrero de este año con a penas veinte años; llevaba varios
luchando contra el cáncer y las distintas enfermedades derivadas de aquél. Poco
antes de morir reunió a sus padres, hermanos y sobrinos. A éstos últimos los
obsequió con sabrosas golosinas. A todos con su sonrisa, entereza y amor. Sabían
que ese momento sería probablemente el último que compartirían todos juntos
antes de partir. Se me vuelve a poner el nudo. A los pocos días murió. Cuenta
su amiga que fue admirable ver como un chaval es capaz de llevar esa cruz con
la entereza y la fortaleza con la que él la portó. Sabía que su vida aquí
llegaba a su término y, sin embargo, en aquella ocasión no paro de jugar y reír
con sus sobrinos. Narra su amiga que exprimió la vida al máximo. Mientras leía
la carta me preguntaba a mí mismo qué es lo que estoy haciendo yo con la mía,
si también la estoy aprovechando al máximo. Reflexión. Este chaval es un
ejemplo más de los muchos que hay a nuestro alrededor, lo que pasa es que
estamos a otras cosas. Quizás nos estemos equivocando. Ya he dicho que no
recuerdo su nombre, pero esta noche donde quiera que esté lo tendré presente en
mi oración. Descanse en paz.
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